Thursday, February 23, 2006

 

Higher Ground

He obtenido mi paz de vuelta. Por alguna razón toqué fondo, pero basta de eso, ya está en el pasado y lo que pude sacar de esa experiencia es lo que queda. No es tan difícil digerir los malos momentos y ubicarse en el mundo de nuevo, sólo hace falta una ayuda de algún sustento firme, una aspirina metafísica o una perspectiva positiva. Aunque me avergüence en cierto nivel, Maharaji (http://es.maharaji.net/) y sus discursos perimetrales me dieron el impulso para cachetear a los demonios internos y salir de la posa de barro en la que estaba. He escuchado muchas veces fragmentos de sus discursos en la televisión y no puedo negar el poder reconstructor de sus palabras, aunque nunca haya podido entender la manera de obtener la paz que vende o regala.
He pasado por estados extraños este verano; me encontré en una posición de gratitud y plenitud gracias a la sagrada mezcalina, he saboreado la soledad, he reencontrado el amor fraternal con mis más íntimos amigos, he quedado despechado por eventos cinematográficos, me he acercado a gente del pasado y a individuos desconocidos que compartían mi humanidad de maneras más concientes que las que esperaba encontrar, y he aprendido a saborear el presente sin estar extasiado. Después de todo esto, puedo decir que me he encontrado con un mundo más benévolo que el que tenía descifrado, lo que me llena de auspiciosa fe. Tengo una renovada postura vital y he llegado a una naciente revelación: la naturalidad no tiene por qué ser un camino absoluto a la conformación de una vida, sino que los deseos propios pueden moldear a una persona. En otras palabras, he tomado la decisión de ejercer acciones concientes en el modelamiento de mi persona. Por un buen tiempo ya he creído que mi deber es escuchar a un supuesto ser definido que lucha por salir, pero ahora creo que hay una ambivalencia entre lo que está definido y lo que se puede construir concientemente; es hora de tomar decisiones de la existencia que quiero experimentar. Siempre he luchado contra los miedos, pero al parecer los miedos son una clara señal de lo que no calza y no basta con tratar de obviarlos, sino que hay que trabajarlos.
Bueno, creo que con eso basta, me dejo de divagaciones crípticas. Me ocuparé en instalarme en este nuevo higher ground para ver qué es lo que se viene.
Comment you fuckers & go watch Brokeback Mountain.

Friday, February 17, 2006

 

"Jack fucking Twist"

Estas dos semanas estando en Santiago en Febrero han sido un infierno. La soledad me ha pegado fuerte y la imposibilidad de darle forma a mis días me tienen hecho un zombi. Más encima se me ocurrió ver Brokeback Mountain y ya llevo tres días sumido en una depresión y pena que me recuerdan a cuando he quedado despechado. No entiendo realmente por qué. Por un lado la película hizo evidente mi añoranza por amor. Por otro, la tristeza de de la historia me caló profundo. He quedado adolorido en el pasado por ver películas, pero jamás de esta manera; el amor descrito es demasiado cercano y a la vez tan lejano de mi propia realidad. Quedé completamente absorbido por el drama de los protagonistas, tanto así que lo he hecho mío. Es una estupidez, lo sé, pero es que no fue el momento ideal para someterme a una película tan bien hecha y que me hablara directamente.
Estos días no tengo vida, no me saco esos dos cowboys de la cabeza y no hago nada. Por suerte estas cosas se pasan con el tiempo, por suerte he visto la benévola energía superior que nos gobierna desde otros lugares ajenos a esta realidad, por suerte es posible acceder a eso aunque sea mediante un leve recuerdo.
Brokeback Mountain es la película más importante que he visto, desde la perspectiva personal. En el ámbito social es muy importante también, creo que mucha gente va a entender que ponerle limitantes a cómo las personas se encuentran amando no trae más que retrocesos, dolor y miedo. Hay más en el mundo que la soledad, la separación y todo lo aparente.

Wednesday, February 08, 2006

 

Southie

Fueron tres semanas en que hubo casi de todo. Éramos cinco en un auto con destino directo a Ranco, a la casa de uno de los integrantes. Un lugar apartado y paradisíaco en donde pude sin mayor esfuerzo encontrar la paz y el descanso. El estilo de vida fue el relajo absoluto; comimos cordero al palo, fumamos marihuana como cerdos, leí, etc. Sólo carreteamos un día en una discoteque de Futrono en donde nos dejaron poner Psy Trance para nuestra sorpresa y donde obtuve una revelación: el homosexualismo está en todos los rincones para quienes tienen los ojos abiertos. Un amigo compró dos San Pedro: cactus que tienen mezcalina. Los faenamos y los dejamos secar, esperando el momento y lugar adecuado para ingerirlos. El lugar que escogimos fue un río que a simple vista era la perfección: una cascada personal, arena, pozón. Lamentablemente decidimos ignorar la presencia de coliguachos, que para los que no los conocen, son unas moscas gigantes que chupan la sangre. El día del trip fue tenebroso; estuvimos como tres horas luchando con algo así como 80 coliguachos cada uno, cosa que no tardó en freakearnos. De hecho, uno de mis amigos comenzó a morir en su mente, creía que se había infectado con Hanta y que no podía respirar; se había entregado a la muerte cuando decidimos huir de vuelta a la casa, arriesgándonos a las condiciones del conductor para manejar. Pero una vez en el auto, liberados de la amenaza de los pequeños secuaces del Demonio, todo comenzó a cambiar. En el medio del camino, el conductor dijo: "Good mescaline comes on slow", aludiendo a Hunter S. Thompson, frase que no pudo ser más acertada. Un par de minutos más tarde, el paraíso en el que estábamos inmersos comenzó a penetrarnos de maneras insospechadas. Pronto supimos que nunca debimos huir del Jardín del Edén que había justo fuera de la casa de mi amigo. La psicodelia pasó a ser sólo un detalle y logré tener una experiencia mística que no voy a intentar describir aquí.
Después de Ranco, luego de una breve estadía en Valdivia y la obligada parada en la fábrica Kuntsmann, llegamos a Pucón, pero no exactamente al pueblo sino que 14 kilómetros por el camino a Caburgua: festival Earthvibe, algo así como el Earthdance de verano. Neohippieamos de lo lindo, una comunión masiva muy especial. De pasada me enamoré de un par de gringos que no me atreví a abordar porque no daban las señales adecuadas, porque yo estaba demasiado hecho mierda como para reaccionar y demasiado acuartelado por las decenas de amigos que se habían juntado en el lugar.
Después del festival quedaban dos noches de espera para alojar la casa que habíamos arrendado, pero gracias al azar, uno de los acompañantes tenía su tiempo compartido disponible, así que nos mudamos al departamento que tenía aseo incluido: una bendición. Gracias al rezago del festival, terminamos psytranceando con unas chiquillas en el departamento; al parecer el desenfreno no podía terminar y eso que yo sabía muy bien que lo peor estaba por venir. A esa altura yo estaba en medio de un ataque de nostalgia por el festival y de añoranza por cariño amoroso.
Mudarse a la cabaña arrendada fue extraño; por un lado era muy agradable encontrase con amigos que no había visto hace tiempo, por otro, separarse de los integrantes originales del viaje y pasar a una calidad de vida notablemente inferior traía sentimientos encontrados. Esos días pasaron a ser de borrachera absoluta y para poder reponerse había que hacer malabares especiales como negociar acarreos a Villarrica a ciertos amigos que se estaban alojando allá por un almuerzo decente y una siesta ininterrumpida. La locura llegó a tales niveles que por una equivocación gestada por mí, llegó el team Entel a la cabaña, pensando que ese era el lugar de un after hour decente. Cuando se dieron cuenta del error que habían cometido y emprendieron retirada, una de las mujeres fue casi knockeada por un vaso que lanzó uno de los simios de mis amigos. En cuanto a mi descontrol, una noche se me fueron las manos con un amigo, pero no pasó nada. Al final, luego de la fiesta de Cattaneo, me bajó la caña mental y la decisión de escapar definitivamente. La cabaña estaba destruida, las conexiones mentales también y había dejado pasar oportunidades de conquista que me van a atormentar por el resto de mis días. Esa mañana, la del domingo, lo único que quería era dormir y cuando escuché los martillazos y las sierras funcionando en las casas adyacentes (de la misma manera que habían funcionado durante toda la semana), colapsé y partí a demandar silencio. En la primera casa me ignoraron y en la segunda se pusieron violentos y me echaron con palos, martillos y sierras. Me fui amenazando a llamar a los pacos, diciendo que no se podía hacer ruido en el día del Señor, pero tenían razón al enojarse, no los habíamos dejado dormir en toda la semana con gritos guturales y quién sabe qué demencia etílica y drogadicta. También tenía razón la dueña de la cabaña en amenazarnos con demandarnos por el estado del local, gracias a Dios yo no estaba presente para ese espectáculo, quizás no lo hubiera soportado.
Yo sabía que la resaca de esa última semana caería con furia, pero no sospechaba que tocaría fondo al llegar a Santiago. Por suerte dormí en promedio algo así como 17 horas diarias y la pesadilla fue bastante acotada. Ahora ya estoy repuesto y rápidamente la memoria pasará a enfocarse en los recuerdos más cálidos, de los cuales hay muchos.
Quedan tres semanas de Febrero, pero no para mí, los deberes universitarios se han adelantado este año así que tendré que tratar de reponer la cabeza como más pueda en el ghost town que es Santiago en esta fecha. No me desespero, porque ya llegará Marzo, esta vez sin la nostalgia característica pos veraniega y con la reunión de la gente adecuada.
"We have wasted the unknown, let's start living", dice una canción de Paul Van Dyk por ahí. Quién sabe a qué se refiere, pero a mi me reconforta...

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